La cunicultura es la cría
de conejos para el aprovechamiento
de su carne y sus productos. El concepto procede del vocablo latino cuniculus (“conejo”) y de cultura (que puede asociarse al cultivo de algo).
Se conoce como conejo común al Oryctolagus cuniculus, un mamífero de la familia de los
lepóridos que está considerado como una de las especies exóticas invasoras más
dañinas del mundo. Las razas domésticas descienden de la subespecie Oryctolagus cuniculus cuniculus.
Los conejos se caracterizan por las orejas largas que
pueden medir unos siete centímetros, su cola corta, sus patas anteriores más
cortas que los posteriores y sus dientes incisivos que crecen sin parar.
La cunicultura, por lo tanto, consiste en la cría sistemática de estos
animales. La carne de conejo forma parte del grupo conocido como carne blanca, ya que presenta una
coloración menos rojiza que la carne vacuna. Se trata de una carne magra, con
escasa cantidad de grasa.
La producción
cunícula también puede destinarse a la comercialización de conejos
como mascotas o animales de compañía. La
domesticación del conejo se remonta al siglo
I a.C., cuando los romanos comenzaron a tener estos animales en
cautiverio para obtener su carne.
Los conejos como mascota suelen mantenerse
encerrados en una jaula, aunque
es posible enseñarles a que hagan sus necesidades en una caja de desechos. Por
su buena capacidad de socialización, los conejos pueden integrarse a la familia e
interactuar con perros y gatos. De todas formas, es importante destacar que son
animales territoriales que se asustan con facilidad, por lo que tienden a
alejarse de los seres humanos.
Así como los perros, gatos y varias especies
de aves, los conejos sufren del cautiverio por parte de los seres humanos, y
deben someterse a todo tipo de tratamientos y costumbres
absolutamente antinaturales, como son las vacunas, los medicamentos
y, como si esto fuera poco, la vida en una reducida jaula. Pero a su libertad
moderada por seres de otra especie, se le suma la crianza
para luego ser asesinados y comercializados, algo que las criaturas antes
mencionadas no suelen sufrir.
Lejos de la cunicultura, el conejo puede
llevar una vida feliz, en libertad, con las reglas que su propia cultura
impone, con los peligros para los que viene preparado y con objetivos propios. El conejo común y el salvaje habitan
en todos los países europeos de climas templados y cálidos, así como en parte
del continente americano, de Nueva Zelanda y de Australia. Poseen un gran nivel
de adaptación, que les permite vivir en cualquier sitio en
el que encuentren la suficiente hierba para su alimentación y un terreno apto
para la excavación de sus madrigueras.
El conejo es un animal especialmente social y
suele llevar una vida nocturna. Vive en grupos muy bien organizados, con una
jerarquía que le garantiza su supervivencia, a diferencia de la que debe
soportar en una granja, que asegura el crecimiento económico de sus amos y la caprichosa alimentación de quienes
compren sus restos en una tienda. La cunicultura somete al conejo a una vida
muy diferente a la que desea; lo reduce a un mero producto, que debe
moldearse de acuerdo a las exigencias y reglas del mercado.
Así como ocurre con otros animales, su
longevidad es mayor en cautividad que en libertad, y muchos se apoyan en este
dato numérico para justificar el encierro en una jaula, la castración y la
serie de prohibiciones a las que se los somete cuando se los convierte en
mascota. La cunicultura no es tanto más grave que eso, ya que en los dos casos
se atenta contra la libertad de un ser vivo, algo que los seres humanos jamás
permitirían que otras especies hicieran con ellos.